Asfalto y roto.


Cae la lluvia
y las gotas rompen los charcos, mi reflejo mojado en el asfalto, roto.
Demasiados días de tormenta y un barco sin tripulación que salvar de verse hundido.
El viento se llevó mi capucha, frío y el pelo calado.
Nada me detuvo.
Sólo me detengo a mi misma, cuando me faltan fuerzas para seguir el viaje.
Cuando sé que no podré sujetar el timón de esta nave vieja que conoce los siete mares
que cruje madera y clavos y navega con bandera negra.
Cuando sé que no puedo luchar contra el gigante que devora su fondo y lo socava
y el agua entra, invade y ahoga.
Es cuando paro al calor, para secarme.
Aunque siempre vuelva a llover y me vea rota en el reflejo. Aunque sepa
que el gigante acecha al fondo de mi nave. Aún sabiendo
que en cualquier tormenta se puede hundir.
Una vez seca
puedo conseguir, que no lo haga.


No hay comentarios:

Publicar un comentario