Me quedo.


El punto fijo en el que me quedo
eres tú, mirándome palabras que no existen
de tan puras, hablándonos verdades de boca cerrada
y ojos abiertos, al alma encontrando el por qué, se sentían solas, se sentía
sola. Ahora juntas, entera, una.

Y lo demás no importa, como arrancado
de mí es verte marchar, un jirón que se rompe, que desgarra y muerde
y odia al mundo mientras te alejas.

El siempre en el alma. Tú también lo sabes, no importa
lo demás, viene y va.


Anidar.


Tu anidar en mí
pájaro sin lugar, sin pausa
vuelo absorto.

Busca la ruta en el aire
traza rectas entre las curvas, caminos
donde otros ven piedras, donde otros no alzan la mirada
y no ven más allá.

Te atusaré las plumas, limpias y largas
cada mañana, antes de volar.



Una sombra.


Eres una sombra que huye del Sol.
Que no quiere esa luz que se le ofrece
que reniega y maldice y se cree más lista por más años.
Más oscura según pasan, al final negro sobre negro.

Se afila las garras contigo, la culpa
que no remedias sigue creciendo, das de comer a su boca
sin fondo, en cada mala respuesta que sólo habla por ti.

Se afila las garras contigo la sombra, te las afilas
ahí solo en ese rincón, planeas cómo volver a huir.
Cobardía que se viste, harapo negro.
Luto por la vida
que no sabes
o no quieres, vivir.

Se te ha tragado, el alma
la chispa lúcida
ya sólo, es cruel.


Asfalto y roto.


Cae la lluvia
y las gotas rompen los charcos, mi reflejo mojado en el asfalto, roto.
Demasiados días de tormenta y un barco sin tripulación que salvar de verse hundido.
El viento se llevó mi capucha, frío y el pelo calado.
Nada me detuvo.
Sólo me detengo a mi misma, cuando me faltan fuerzas para seguir el viaje.
Cuando sé que no podré sujetar el timón de esta nave vieja que conoce los siete mares
que cruje madera y clavos y navega con bandera negra.
Cuando sé que no puedo luchar contra el gigante que devora su fondo y lo socava
y el agua entra, invade y ahoga.
Es cuando paro al calor, para secarme.
Aunque siempre vuelva a llover y me vea rota en el reflejo. Aunque sepa
que el gigante acecha al fondo de mi nave. Aún sabiendo
que en cualquier tormenta se puede hundir.
Una vez seca
puedo conseguir, que no lo haga.


Caminos que se mueven.


Tenemos laberintos, caminos que se mueven
que parecen borrarse en un instante.
Rincones a donde no llega la luz.
Sombras que nos persiguen que nadie más ve, porque son pasado, duda y herida.
De lo que dimos y nos dieron.

Tenemos laberintos donde perdernos solos, donde perdernos juntos.
Tómame de la mano y llévame contigo, enséñame el tuyo, quizá sea el mismo
y el mío empiece al otro extremo.

Para encontrarme cierro los ojos apago la luz, silencio a las dudas que susurran miedo
y camino
porque me pareció
oírte silbar.



Luego empapa


Como agua que primero gotas y luego empapa
que cala la piel debajo de la ropa, y mojada
te deja, me noto
al dar cada paso. Resbalar
por mi cuello, por mis muñecas desnudas.
Mi cuerpo exhala calor. Contraste
con el aire que corre húmedo.
La misma lluvia nos inunda los ojos, las ganas, los labios.
Escuchar afuera cuando todo es dentro.


PiEDRA


Tallo mi roca, le doy forma y saco el brillo.
Mi fortaleza en las horas que no duermo
en las que retiro el polvo de mis rasgos
piedra que respira y corta el silencio.

La luz en una grieta va menguando
cuanto más al fondo. Más adentro.
Nadie sabe lo que sucede
si hablas, y eres eco. O no hay respuesta.

Mi roca brilla, de ese fondo salió
la limpio cuando se ve opaca.


Lodo


Hoy mi mirada es suelo aunque mire arriba.
Es mojado y charco en el mismo sitio, mil veces pisado.
Aquel que nadie arregla, ahogado
en el agua gris, que triste y lodo tiene el fondo.

Días que no pasan, que transcurren
en lugares sin tiempo, sin hora, sin ver final
que no sea más blanco, más estéril. Inservible, perdido. Saco roto.

Mis ojos han visto demasiadas veces cómo los tuyos perdían la vida
suicidas, sin verme. Los míos no son tuyos
si sólo te miras, no me verás.

En los míos ya
no dejo entrar a la muerte.


Con siete vidas


Sólo nosotros sabemos cómo es el monstruo
que oscuro, espera en la sombra
a veces sueño y otras cadenas con bola, pijama a rayas que no deja dormir.
Reos del miedo, del fracaso, de la pérdida.
De que lo repetido se repita. Del dolor.

Observamos al monstruo, lo vemos llegar
de lejos, pero no huimos. En esa oscuridad no sólo vive él
nos gusta pasear en el ella, curiosos con siete vidas.

No hay perro que ladre si estamos juntos.
Ya aprendí a callar y gruñir.
A distinguir la maldad del que es malo, de la crueldad pegada de la mala vida.


Dos suspiros.


El café calienta mis manos mañanas de invierno en primavera.
Tú me miras, me escuchas contarte
cada momento que sucede en la espera que falta,  entre nuestro tacto.

Mis ojos dos suspiros que parpadean lejos
mis pestañas casi rozan las tuyas.
Conozco las manchas de tu iris, veo moverse tus pupilas, nos veo a los dos
recorriéndonos la piel, las marcas de la vida mellada en la cara.
Como si fuera otra, vida pasada, que no es esta nuestra.

Sólo quiero vivírte, vivírme contigo.
Despertar sabiendo que estás ahí, mi respiración, aire para ti.
Mis palabras, mis silencios, sabes que te pertenecen. Que te piensan siempre
antes de ser. Que cuando son, son nuestros.


Cosernos.


Como el filo de papel que corta
es la lágrima que baja por mi cara. Cicatriz húmeda
del día gris que ayer fue negro.

Cicatriz mi corazón arrancado del tuyo.
Tus hilos de besos guardo, para cosernos, Amor
cuando vuelvas. El uno al otro.

La lágrima es una, tuerta, que cae.
Mi otro ojo ve por ti. Te mira, atento, para no perderse nada.
El que te falta, no lo busques
lo tengo yo.



Sogas


Hay manchas oscuras que ya no salen
palabras sin olvido que sangran la sangre, que tiñen de rojo los ratos
los recuerdos buenos.
No te puedo perdonar.
No has cogido ninguna de las cuerdas que te lancé al pozo.
Ya no quedan árboles donde atar el otro extremo.
Y la última me la he anudado a mí.

Los pasos nos cuestan a todos.
Y tú llevas años caminando círculos, uno tras otro y cada vez más pequeños.
Tiraré. Hasta que se rompa la soga.
Pero yo, no me voy a romper.
No voy a partirme para darte lo que no valoras, enfrentarme a lo inmutable.
Ni mis ganas, que son mías, para que las tires, al suelo.
No, mírame, yo sí quiero ser feliz.


Lo adverso


Ante lo adverso.
No permites soledades lúgubres. Mi caída, cuando dejo de ser fuerte.
Tu voz y tus manos, sustento, cuando ya no hay aire
que respirar y el bucle vuelve.

Pero salgo, me has sacado. He creado una puerta de la que tengo llave.
La llevo al cuello
para entrar a deshacer los nudos y salir, si el monstruo llega.


OíRte


Me pareció oírte silbar, hacia dentro y te encontré callado, me encontré callada
silencio denso que envuelve y abraza, que no está solo ni sola,
que es tacto aún lejos y ojos compartidos.
Me pareció oírte silbar, dentro, y me escuché a mi misma.
Hablar, en el mismo tono. Y las palabras yéndose, por la boca
porque sobran, en cada beso, se cuelan entre las pestañas, cuando te miro
cerca, y tú me ves tormenta sin luz a oscuras.
Y tú me ves
sin tenerme delante, a tu lado, en tus brazos porque ahí me quedé, me quedé,
te quedaste conmigo. En tus ojos vivo, viva
como nunca antes.



Del día raro.


Después de todo
del día, raro y oscuro, como la noche
en la que te duermes y despiertas, a deshora, sin saber dónde.
Sin saber qué
puede pasar.

Abstraigo lo que queda de ti
en tu mirada, perdida, ausente.
Te miro, para que me mires
y en tus ojos niebla
en la que no te encuentro.
Y tú no encuentras, más
que nada.

Los huesos marcados en la cara.
Y el habla
sometido
tarda en llegar repuesta a tu boca.

No eras tú. El de hoy no eras tú.
Tú te habías ido. Y aquel
no era más que tu sombra.