Tiempo lento.


En la noche de esta habitación con vistas a la mitad de una estrella
sólo brilla la Luna, luz tenue cálida envuelta en jazz
recóndita cueva en mi misma que a veces cierro por dentro.
Clandestina contraseña, antro de melancolía del que nadie oyó hablar.
Mi búsqueda siempre es hacia dentro, después manos llenas que regalo, amor.
Llenas de lo que aprenden las noches solas las que se hacen día y guardan cama a la mañana enferma al despertar oquedad.
En los ojos yago los inviernos que tardé en decir te quiero, humo y lluvia que nunca cesa.
Mi boca calor y verano, brisa fresca y tiempo lento, extraña de ti, piensa tus besos.


Olor a tristeza.



Descompensada.


Me dice tu boca que tus ojos me quieren ver
pero luego ciegos no ven, no me ven.
Ni te veo hace días, noches.
Todo tiene la importancia que le damos
y mis manos no pueden dar más
de lo que se les niega.

Descompensada mente errante
de mirada perdida sin regazo.

Hoy la lluvia dormirá conmigo, fría
mojada me despertará
inundada por dentro de olor a tristeza
corazón que muere amor
sin tenerte.


Las ganas.


Me aplastan las ganas el alma porque ya no caben dentro
escapan cada vez que respiro, cada vez que pienso en no poder
verte, ojos privados de encuentro, cerrados, oídos que no escuchan lo que dice el silencio
cuando no respondo palabras, cuando miradas hablan y me saldría un beso y vida para pasarla juntos de la boca, de la mano.
Horas tuya presa de la idea de ti, de infinitos finales que aletargan
en los segundos que me quedan libres esperando que lo posible sea.


Hebra de insomnio.


Mis noches rotas las coso yo, hebra de insomnio que enmudece ruido ajeno.
Deshilachados de tiempo, hay minutos que no me los creo. Órden
cuando yo soy caos cuando tedio es rutina y mis mañanas tardes.
Parpadeo despacio pienso y asimilo. Dentro de unas horas
me despertaré sin marcas, Luna que ya no mengua.


Nudos sueltos.


Nudos sueltos me atan a ti
cuerdas sin extremos sin principio ni final, suaves sin roce como tu boca.
Sogas son miedo, a lo que no atreverse, más frías que el tacto de las manos al cuello.
Asfixia de ojos brillantes y labios repletos
de cosas que contarte al oído.


Lo que queda.


Mi piel no entiende de distancia, sí de ausencia. De ganas, de no poder
mis labios saben tu nombre, aún sin besos.
Mi cordura acaba donde la vida pone las trabas
eco de mañana que me gustaría fuese hoy, ansia de saberte.

Tiempo raro que corre y se detiene
incalculable en paso. Caricias frustradas que se escapan de las manos
como queriendo atravesar el aire, atravesarte sin piel, sin cuerdas ancladas al suelo
océano profundo en el que ahogarse. En el que ahondar.

Refugio al otro lado eres, cobijo de lo que queda de mí.


Lo real.


Hay una chispa que tiene lo real
que se apaga cuando no crees que sea cierto.
Cuando miedo corrompe el alma
se traga la alegría y sólo deja decepción entre los dientes.
Saliva quieta que no habla al que no escucha.

Cansada voz en mi vacío afónica
de conversar silencios muertos soliloquios sin respuesta, lejanía.
Todo lo que soy, de nada sirven trincheras, barreras o jaulas.

Palabra que miente no es palabra
mi cara lavada, limpia, dice siempre más de lo que diría mi boca.
Y los ojos hay veces me traicionan.


Barro oscuro.


Sigo en la Luna esperando
que venga el Sol y le dé brillo al polvo gris
que habita en mí desde siempre, aún ternura, memoria de lo que puede pasar.

Antes aquí nunca llovía desidia, refugio seco en la humedad del día a día
guarida abierta en la que nadie entró, cráter profundo, silencio.

Barro oscuro ahora las gotas modelan el tiempo que se quebró
fuera del reloj, ingrávido como niebla suspendida
como viento que sopla y arrastra.


No está dentro.


Muerto como sin mañana
me ha despertado el día.
Afuera la misma lluvia en mis pestañas.
El Sol que hoy no ha salido apuñala mis ganas y mis sienes.
No lato vida, mi corazón no ha palpitado
no está dentro.
Lejos, ya no es mío.


Sólo puedes correr.


Procuro pensar en el presente
como si todavía me quedase mucho futuro.
El pasado ya estaba pensado y no garantizó nada.
Nadie sabe cómo puede acabar, final o comienzo
no hay uno sin el otro.
Vida corta para alcanzar lo que quieres, sólo puedes correr
lo que no luchas escapa.



Intangible.


Pernoctar en ti
en tu imagen distante
en tu voz calor que no toca
en esos ojos que miran suelo, esconden
lo que no quieren sentir.


Nieve que se derrite.


Dicen que ya es primavera
pero yo tengo el frío conmigo.
Hasta que al final él sea yo.
Y no habrá Sol que me libere
de mi propia cárcel, del hielo.
Ni calor en mis manos para nadie
gelidez aislada, eremita perdida
en mi soledad escarcha lo que un día fueron lágrimas.
Nieve que se derrite a cada paso.


Cosas por hacer.


Las cosas por hacer me ganarán pronto.
Mi mente ausente de mí
el corazón en la garganta y en la boca palabras tristes que no digo.
Mi mirada en el mañana
hoy tedio hoy frío y piel rota recosida otra vez
como sueños que despiertan noche.
Amaneceres de plomo denso
siempre tarde
hueca.


Olor a no pisar el suelo.


Necesito salir corriendo
y sé que aún no puedo.
Necesito respirar noche profunda
sola y libre
tintineo de mi movimiento.
Calle silencio que todo escucha
pero duerme y tarda en despertar
ciega en la oscuridad
mis ojos son de gata
y cuando quiero no hago ruido.


Pensar lejos.


Ahora que ya sólo puedo pensar lejos
el aquí va perdiendo su sentido.
Cuerdas muertas que he roto
me siguen agarrando del tobillo
grilletes de dolor sin cura
de sangre que no deja fluir.
Barrotes de egoísmo disfrazado
de hipocresía y miedo
que asfixian aliento y me quitan futuro.

Me iré un día donde sólo puedo pensar ahora.
Donde ser yo tenga sentido
las cuerdas rotas no lleguen a agarrarme sangre.
Y el dolor acabe barrotes y miedo.

Allá donde pueda respirar.


Del tiempo pasado.


Mis pasos no me llevarán donde quiero
para eso tendría que volver a volar.

Buscar mis alas rotas tras las caídas
que guardé
no sé cuándo ni dónde, ni si siguen con vida.

Si soportarán el peso
de los errores que he aprendido
del tiempo pasado encerradas
yaciendo letargo al fondo de mis pupilas.

En la punta de los dedos y el límite de mi boca.


Un mes de lluvia.


Hoy me he despertado hecha piezas
que no sabía reconstruir.

Pérdida entre las mantas del invierno
entre razones que la razón no entiende y el alma sabe.

Las que faltan se las llevó el Sol
con el mediodía, afuera de domingo.
De suelo mojado, húmedo, calado en charco.
Viento frío marzo, que clava y mata mi mirada.


Mi propio hoyo.


Me colma el tedio
de esta piel vacía
del tiempo muerto en pensamientos
del debería sin hacer.

Soy mi propio hoyo, lo sé.
Desesperanza en miradas de soslayo
agonía que se quiebra en un instante.

También, que puedo recoserme las ganas
y que con una verdad soy capaz de volver a existir.




Extraña.


Lejanía extraña mis manos
mis pestañas cansadas de noches
mis párpados a medio cerrar, difusos de entorno.
En mis labios, nada.
Palabras cortas cuando no queda qué decir.
Silencio, porque hablan los actos
porque la palabra que no trasciende que no transmuta
no lo es.



Día sombra.



Siento crepitar la lluvia contra los tejados
como estalla y cruje en mi
la ausencia gris y taciturna de este día sombra.

Mi sangre pálida, sin fuerza
mira al suelo mojado y se sumerge en el asfalto
en la oscuridad y la dureza de las horas.


Las cinco.


Unos gatos pelean a las cinco de la madrugada
los oigo porque sigo despierta.
En mi mente ideas pelean igual
se arañan y enseñan los dientes.
Yo sé que ya no hay retorno
como caminar hacia atrás sólo es intentar huir.

Si me escapo será a un futuro
en el que no duelan los inviernos
y la lluvia no cale tristeza
las mañanas sean calor puro, besos y olor a café.


Lluvia en los talones.


Tengo el corazón hecho de puntas de estrellas
muertas que rasgan y hieren.

Lunas en los ojos, que no brillan sin el Sol
nubes negras que persiguen mis sueños
y lluvia en los talones.

En mi mente siempre tormentas al despertar
y en las manos, sólo aire.


Preso de realidad.


No queda aire en esta habitación
sólo humo y jazz.

Una noche callada de luz tenue
suave, débil, insomne como tantas
que acaban siendo iguales.

El sueño se me escapa, preso de realidad
muerto en vida, en su sentido.


El vuelo.


Secuestrar el vuelo
que me separa de tu piel
de tus labios, hablándome.

Quedarme a vivir
en la manera en que me miras.

Sentirte, despeinado
sin tiempo, sin nada.
Besos de tu boca
de esa sonrisa presa
de tus manos
recorriendo la distancia
por mi.