Y sus manos.
Mi hogar se murió hace décadas.
Me dejó las ganas de llegar lejos
y sus manos.
Mi hogar se llamaba Angustias
y si las tenía las llevaba por dentro.
Nunca dejó de quererme
ni a mí ni a nadie, fue amor siempre
y manos llenas.
La gente venía a verla, a pasar la tarde
en su compañía.
La querían, no sé si tanto como yo a ella
no sé si tanto como ella a los demás.
Mi hogar se llamaba Angustias
la llamaban Guti y era mi abuela.
Me enseñó a compartir hasta lo que no se tiene.
A ponerme en el lugar del otro.
A saber cuando algo no merece la pena.
Y a no dejar que nadie me haga sentir
como no soy.
Me enseñó, sin darme cuenta.
Mi hogar, era ella
y me dibujaba flores para que las pintara.
Como las que su marido le subía del patio
cada mañana.
Me enseñó casi todo lo que ahora sé que es cierto.
Y lo más importante
lo que es el amor y lo que significa.
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