Perdí mi lazo blanco.
No era más que un trozo de camiseta, pero me gustaba.
También perdí
un monedero con una cinta de casette estampada
por las dos caras, la A en positivo y la B en negativo.
Me lo regaló una chica, dueña de la tienda que ya no existe
(ahora se ha convertido en una tienda deshoras)
donde conseguí esos pitillos ultraceñidos de cuadros rosas fucsias.
Se acabaron rompiendo...
Los remendé hasta el final.
Como aquellas adidas campus, las primeras
que terminé cosiendo a grapas.
Mi madre acabó odiándolas. Las rescaté tres veces de la basura.
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