Ya cantan los pájaros
detrás de mis contras cerradas.
Un nuevo día empieza ahí fuera,
mientras el mío termina.
Ha sido uno más con sus penas
y sus pocas glorias.
He caminado por la ciudad,
sin cascos, sin música,
para enfrentarme a sus ruidos
y su hostilidad.
Sin ayuda de un ritmo en el que entrar.
Mezclándome entre la gente para ser una más.
Todos tienen frío y prisa.
Yo también ando más deprisa
desde que vivo aquí,
las distancias son más largas
y siempre salgo tarde de casa.
Nadie mira a nadie.
Van metidos dentro de su abrigo,
dentro de su cabeza,
repasando su agenda,
haciendo cuentas.
Tengo la tentación de enchufarme los cascos.
Diviso la copistería, hago mis fotocopias,
la dependienta era maja.
Plaza de San Pablo, dirección biblioteca,
me adentro en mi antiguo barrio...
Carnet nuevo, Magritte y Frida khalo.
Llego a la Plaza de la Universidad.
Aún sin música.
Recojo a Dasha, Berlín, Awi y Óscar.
Un poco de vida social y para casa.
Me veo los documentales y me entran ganas de pintar.
Acrílicos, pinceles del todo a cien,
un block de dibujo 0,75 la unidad, una mujer,
una cara, un bote, una falda amarilla
y un fondo azul.
Yo insomne, recostada en la cama,
miro la hora, 6:57 de la madrugada.
Ya no sé si dormir o ir de empalmada.
A las 9:30 sonará la alarma.
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