Y con ésta, ya van cuatro
veces que recaliento
el mismo plato de macarrones.
Cuando he regresado a casa,
estaban esperándome
encima de mi escritorio.
Desde esta tarde
que me levanté
y los calenté
por tercera vez,
para obligarme
a hacer algo
sensato.
Pero me tomé un café,
me vestí y bajé al buzón.
Leí la carta,
la metí en el bolso
y salí de casa.
Necesitaba
sentir que respiraba.
Pero nada,
ni aire, ni borracha,
ni fumada.
Cuarta vez
recalentados.
Frente a mí.
Dos bocados.
Los mastico mil veces
antes de intentar
tragarlos.
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