Sigues siendo el mismo, supongo.
Quizá la que haya cambiado soy yo.
Donde siempre y como siempre, estábamos.
Pero no fue como había sido siempre.
Yo no podía dejar de mirarte,
de escucharte,
de escuchar esas palabras
que tantas veces había oído.
Me quedé sintiendo sin sentido.
Cada gesto tuyo,
invocaba un recuerdo.
Y tus rojizos labios,
los te amos susurrados.
Tus susurros ya tienen otra ama.
Y a mí ya nadie me calma.
Y es que, joder,
te veo y se me inunda el alma.
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