Ya casi no escribo.
Sigo como siempre, triste.
Y no escribir, no crear, me pone más triste.
Hasta que ya no me siento capaz de nada.
Me acuerdo de mi abuela,
siempre la recuerdo cuando estoy triste.
Y la verdad es que me pongo más triste.
La que siempre me entendía.
Me encantaría tenerla aquí a mi lado.
Sentada en una silla en la galería,
con su chaquetita de punto.
El pañuelo que de su manga sacaba, ágil.
Con sus manos finas, los dedos largos.
Su aparente fragilidad, su temple
y su elegancia.
Absoluta bondad.
Y su risa
cómplice de todos mis planes y aventuras.
Y sus palabras, las mejores.
¡Ay, abuelita cómo duele crecer sin ti!
El escenario de los Balcanes
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*Por* *Matt Broomfield*
* Periodista freelance, crítico y especializado en el norte y este de
Siria (NES), Turquía, Siria y Oriente Medio en genera...
Hace 5 horas
era difícil que no sonara ñoño. enhorabuena, lo conseguiste. bonito poema
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