No me has mirado a los ojos, señor. Sonriendo he dicho tu nombre. ¿Qué son esas letras que escupes lentas con miedo?
Es caridad. Por compasión.
Cómo te encuentras.
Mírame a los ojos y encuentra la respuesta. Huele mi pelo y retrocede a nuestro primer verano. Dime si has conseguido algo mejor.
¿Llegaste a echarme de menos?
No me has mirado a los ojos, señor.
Esperaba subirme a tu barca, señor.
Volver a aprender de ti para ser sabia. Mirarnos de reojo, guardar silencios, pensarnos y hacernos el amor enamorados.
No me has mirado a los ojos, señor.
Te imagino sin mí delante de nosotros y ahora son ellos
y tú
te has ido.
Imagino el color de mis ojos, me los quito y pienso que he ganado la guerra al recuerdo pero tú, señor, no me has mirado a los ojos y te has ido.
Me quedo quieta hasta que alguien tira de mí. Me has amarrado a tu barca:
después de todo no me querías tan lejos y me arrastras contigo, con lo que fuiste. Lo que fuimos. Y me quedo varada en la orilla en sangre y tiemblo.
Extiendo mi mano hacia ti pero tú
ya te has ido.