Esta historia, sobra.
Es una más para decorar la estantería.
Tonterías, concretamente las mías.
Sólo saliva, transparente y densa.
Palabras que salen de mí, sin buscar ningún fin.
Sin querer llegar a nada.
Queriendo sólo llegar a tí.
A tu voz, para que hable por mí.
A tu respiración, para que compartas mis suspiros.
Llegar a tí, como si fueses un amigo.
Llegar a tí. Llegar a conocerme a mí misma.
Pero sin dolor, hagamóslo sin dolor.
Sin hacernos daño. Tu y yo.
Y que le den al mundo. A éste que nos venden.
Que no todo se aprende.
Y a mí me quedan muchas por aprender.
Pero mientras que estoy en ello,
algo tendré que hacer.
Recuerdo mi vida, cómo no, recuerdos.
A éstas alturas, es de lo poco que tengo.
Recuerdos de 22 años. De infancia,
de adolescencia y de lo que viene después.
Que es lo que estoy viviendo
y que no sé muy bien qué coño es.
Mezclas de vientos, susurros y lamentos.
Instantáneos momentos que surcan mi memoria.
Decisiones importantes que no sé cómo tomar.
Una niña mayor. Una mujer pequeña.
Me dejé vencer por las circunstancias.
Tiré mi vida y mis estudios al tiempo.
Y el tiempo se volvió contra mí y me devolvió
soledades eternas.
La noche es fría. En Agosto.
La humedad se pega, se adhiere a tí y a todo.
El viento llega con sus ráfagas y rompe los toldos.
Los rayos se ven a lo lejos, entre las nubes
que avanzan por el inacabable cielo azul.
Recuerdo un gato pequeño, un cachorro silvestre,
callejero...Que no quiso venirse conmigo.
Que al final prefirió seguir siendo libre,
dormir debajo de un coche y comer lo que encuentre.
No me arremangué la falda, me la corté.
Rescaté las camisetas viejas de mi madre
les quité los mitones y me hice un nudo
para que mi redonda barriga viera la luz.
Me calcé unos playeros y salí corriendo.
Las calles en la noche parecen estar abandonadas,
llegadas ciertas horas, muy pocos recuerdan que existen.
Me aprovecho de esa calma y de sus sombras.
E imagino jardines donde solo yace hormigón.
Jardines verdes, llenos de flores.
Los bosques que nos hacen respirar.
Colores de la naturaleza aplastados por kilos y kilos de gris.
¡Gris! El mismo, una y otra vez.
Tan oscuro como el asfalto que hierbe bajo el sol,
como el petróleo que inunda nuestros océanos,
como la guerra, como la muerte.
Símbolos vivos de lo inerte.