Blanco sucio, blanco roto.


Continúa lloviendo la tarde
sobre casas mojadas sin tiempo
de secado.

Charco sobre charco.
Regueros urbanos.
Cielo gris, luz de tubo fluorescente.
Pálida, contra los árboles
desnudos y sus ramas peladas.

Los gatos hoy no están en el tejado.
Ahí no hay nadie.
Nadie quiere mojarse los pies
pasar frío o hambre.

No creo que hoy nadie tenga ganas
y menos de cambiar el mundo.

Sólo dos pájaros vuelan fuera de la ventana.
Quien pueda hoy no se quitará el pijama.
Días para pasar durmiendo.

De resaca
de empacho de aburrimiento en blanco sucio, roto
del día anterior
que se adhiere a éste.

Vivir sin amarillo
y con goteras.

Seis meses.


Hace ya seis meses que he vuelto.
Y a veces es como si no me hubiese ido.
Pensar qué hacer, a parte de lo que sé
que haré siempre...
Mis trazos no pagarán mis facturas.

Una casa, pequeñita
con campo alrededor.
Y una habitación sólo para crear.
Con ventanas y mucha luz.
Chimenea.
Madera.
Piedra y pizarra.

Que a este paso
nunca tendré.
Será como aquella caseta en el árbol
que quería de niña.

En el fondo soy una antisocial
mira qué planes de vida tengo
con veinticuatro años...
Irme a vivir de ermitaña.
En vez de pensar en conocer mundo.
Visitar las 7 maravillas.

Yo que sé, eso son extras.
Como ir a un concierto
o comprarte los playeros que te gustan.

Yo me refiero a vivir
a encontrar la manera
para el sustento de lo básico.

Un hogar, calor, comida.
Esa casa tiene que aguantar toda la vida.

Estoy hablando de quedarme.
En esta España de mierda
que cada día se parece menos a la que yo conocía.
De quedarme aquí en El Bierzo.
En cualquier rincón.

Alejándome del bullicio de las mentiras
del puedo prometer y prometo
del te regalamos cien euros
y del precio al llevarse la segunda unidad.

Alejándome, todo lo que pueda.
Salvar lo que me queda de íntegro.

Es como para pensar si hacerse una ligadura de trompas
ya.
Y no traer a este mundo
los hijos que quiero tener.
Es como para querer no tenerlos.

Abortos.

Quizá por eso lo hayan prohibido.
Abortos de una sociedad podrida, intoxicada, enferma.
Colgada de la peor droga. Tan colgada
que vendería a su madre.Que se lo robaría todo.
Sin importar nada. Sin ética. Sin principios.
Insaciable. Sólo con un posible final.

¿Y quién quiere acabar así?
Yo no pienso vender a mi madre, ni a mis hijos.


Españoles todos:



Os invitamos a que abandonéis el país, total cuando acabemos con él no quedará nada.
¿Os acordáis de la sanidad que era pública y gratuita? Pues de eso vais olvidándoos porque nos estamos repartiendo los hospitales.

El último lo compró mi suegra en La Mancha. Que siempre le había hecho ilusión.
La verdad es que es una visionaria, fue a ella a la que se le ocurrió lo de los cinco euros por viaje en ambulancia. La evolución del típico viaje en burro decía.

Además hemos estado pensando y nos vamos a cargar el artículo 16  de la constitución. Tanto ateo, Tanto ateo. Ya está bien. Religión obligatoria en la escuela.

A partir de ahora a rezar una horita todos los días al entrar. ¡Quitadle el polvo a los crucifijos! Va a cambiar mucho la escuela. Y deja a ver que a lo mejor llegamos a un trato con mi tío el obispo y le vendemos los colegios a la Iglesia.

Sería hermoso volver a aquello, pondría a cada uno en su lugar. Los ricos con los ricos estudiando para ser hombres de mundo y negocios. Y los pobres con los pobres arando los campos o apretando tornillos.

Con las universidades ya lo estamos consiguiendo. Subir las tasas, sólo es el principio. O no os habéis dado cuenta de que el plan (Bolonia) era que dejaseis de pensar. No queremos pensadores, queremos trabajadores. Burros de carga.

Estamos despidiendo a toda la plantilla de funcionarios para quedarnos sólo con los nuestros.
Es algo que había que hacer. Nos estaban destruyendo desde dentro. Hablándoles a sus alumnos de ideas disparatadas, como la libertad de expresión. Creemos que hay ciertos temas que hay que tajar de raíz.

Entre otros, estamos barajando la posibilidad de re-imponer el toque de queda. Será más seguro para todos. Sobre todo para nosotros, que dormiremos más tranquilos.

Si os quedáis ya sabéis lo que os queda. Id con Dios, españoles. O a dónde queráis. Que con la pasta ya nos vamos nosotros.


Ésto es como Alaska.

Ésto es como Alaska.
Mismo frío, mismos habitantes.
Le tienen miedo a la oscuridad.
Y a los cero grados y bajando.
No salen cuando se pone el sol.

Yo ando con bufanda y tres capas.
Con mis cascos y mi perra a las dos
a menos cuatro. Y tan a gusto.
Hasta me alegro de que se queden
en casa contribuyendo a la telebasura.

Las calles son nuestras.
Y las noches son para perderse.
A cada paso un recuerdo
una esquina, unos soportales, las escaleras.
La voz de las campanas del reloj
que retumba en todo el pueblo.

Aquel banco...
Hace mucho que no entro al parque
lo miro de reojo, entre las verjas.
Ya no es el mismo.

Fumo y tengo perro.
No se puede jugar  a la pelota
ni montar en bici.
¡Ni hablar de pisar la hierba!
De momento los niños aún pueden entrar.

Me gustaba la noria y los columpios de hierro.
Luego pusieron esos de goma y plástico
y ya no me cabe el culo.
Exilio del parque.

Esos niños crecerán con más mentiras.
Sin tanta gravilla en las rodillas.

No sabrán quién es Niebla, ni Pebbles 
ni Panoramix ni ideafix.
Ni qué contiene una caja marca ACME.
Ni de dónde sacaba las botellas Pipi.

No habrán visto todas esas series americanas de serie B o C
tipo el Equipo A o El coche fantástico.
No sabrán lo que pasó en los noventa.
Como yo no viví los ochenta.

Ahora todo es virtual.
Y tienen móvil a los doce.
No llaman al timbre.
Se mandan un What's up!
Tienen Twiter y Facebook.
La Play y la Wii.

Yo iba a los veinte-duros
a comprar una pelota para echar la tarde.
Ahora ya no hay niños que sepan trepar a los árboles.
Parece que tampoco se puede.
Niños alienados de infancia.
Con gráficos de video-juego
en lugar de imaginación.

Los padres deberían arropar más a sus hijos
y leerles más cuentos que cuenten cómo es la vida.


Desperté mirándome los pies.


Desperté mirándome los pies
con el frío de la calle.

Desperté y era yo.
Congelándome por fumar un cigarro.
En la puerta
de una soledad hueca.

De fondo una armónica
soplada por el viento
entre las casas
entre los árboles y las calles vacías.

Humo y vaho se posaban
sobre los tejados brillantes
de melancolía e invierno.

Y antes de que se posaran sobre mí
descapullé el cigarro
cayó la brasa
al suelo, sopló el viento
se apagó y entré.


Gumbo de PRiteO.




Priteo, ha sacado nuevo trabajo, Gumbo, de escucha obligada.
Podemos encontrarlo en http://priteo.bandcamp.com/

Mientras escribo.

Me encierro en mí
no sé por qué pero no me apetece
ver a nadie.

Quiero estar así, en silencio
sin nada que lo quebrante.
Ausente. En mi cueva.

Nada afuera.
Estoy en paz aquí dentro, mientras escribo.
Puede parecer una pérdida de tiempo, de vida, de juventud...
de todas esas mierdas de anuncios contra las arrugas.

La pérdida sería no hacerlo.
Para mí. Para mi ser y salud mental.

A veces no hay que decir nada más.
A veces hay que escuchar
quietos, sin hacer ruido
lo que quieres decir de verdad.

Y yo no le temo a las arrugas.
Ni al paso de tiempo cuando acelera
y te deja atrás.

Dentro el tiempo no existe.
El tiempo no pasa, en los momentos que no olvidamos.

Tiempo recuerdo y olvido.

Olvido es lo que nunca pasó
no cambió nada ni dejó huella.
Lo que ha de quedar es recuerdo, es real , existe
camina contigo.


Telegramas modernos.


Hoy ya he visto dar las cinco dos veces.
Las horas repetidas se me clavan en la espalda
entre los omóplatos.

En la vértebra que descarrila el tren.
Dolor y tensión. No tristeza.

Una tensión vieja y encorvada
que zurce los rotos y rasgaduras
veinticuatro horas al día.

Hay gente que cree que me conoce
como esos que hablan de enfermedades
en la cola para el médico.

La única enfermedad es la falta de personal.
Médicos y profesores.

La única enfermedad es la falta de sentido común.
La única enfermedad es la pasta que le debemos a Europa.
La enfermedad fue ir a la casa de empeños y privatizar España.

Los créditos, las deudas, el dinero líquido
contar diez cuando sólo hay cinco. Hacernos más esclavos.