Óxido.

Sólo queda la luz de una lamparita
en mi habitación de dos camas.
Un mechero que se prende. Humo.
Tu respiración, descansando en sueño.

En la calle ya no se oye un alma
como mucho un par de ellas borrachas
y de retirada.

Seis de la mañana. Obligando al boli
a rasgar el óxido
que se apoltrona en la rutina.

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